Todos los que trabajamos en el sector de la programación y la informática nos hemos encontrado alguna vez en una situación donde hemos tenido que decidir si podemos o no podemos hacer una tarea y tenerla lista a tiempo.
Incluso si no eres de este sector, seguro que también has tenido que pasar por esa situación alguna vez.
A todos, en algún momento, nos llega esa incómoda sensación cuando aparece nuestro jefe y nos dice: “Necesitamos hacer tal cosa” o “El cliente nos ha pedido esta otra cosa”.
Por desgracia, estas tareas no siempre son consensuadas con el equipo y se toma la decisión de hacerlas unilateralmente.
Muchas veces, ya sea por desconocimiento técnico, por miedo a que el cliente se pueda enfadar o, simplemente, por falta de experiencia y habilidad de gestión se aceptan tareas y se compromete al equipo de desarrollo sin saber realmente si el equipo podrá llevar a cabo la tarea, si podrá realizarla en el plazo adecuado o, simplemente, cuál es el coste de asumir esa tarea de cierta forma cuando, a lo mejor, sería más correcto y tendría menor coste en horas hacerlo de una manera diferente.
Además, es importante recalcar que este tipo de decisiones pueden tener efectos contraproducentes en todo el proceso de desarrollo y empeorar la relación con el cliente.
Si se aceptan todas las opiniones y cambios que propone el cliente sin consultar con el equipo de desarrollo, se pueden dar situaciones muy incómodas y perjudiciales como:
Si los cambios que pide el cliente conllevan más tiempo del que se dispone y los trabajadores tienen que trabajar horas extras para poder terminar estos cambios, seguramente pasen varias cosas:
A veces, decir NO es la mejor opción. No hay que tener miedo a decir que no a un cliente. Los clientes, al igual que la empresa y los desarrolladores, son personas y, como tal, hay que razonar, negociar y dialogar.
Si todo lo que hace la persona encargada de gestionar la comunicación con el cliente es aceptar sin filtros todo lo que el cliente proponga, entonces, sinceramente, esa persona no es necesaria.
Esta figura tendría que actuar como escudo frente al equipo, como primera línea de defensa contra todo lo que el cliente arroje. Tendría que tener el conocimiento y la experiencia suficientes para poder filtrar todo lo que el cliente pretende que se haga y, si no está seguro de algo, debe tener la capacidad de poder posponer la decisión hasta hablar con el equipo.
No pasa nada por decirle a un cliente: “Necesito consultarlo con el equipo”
Todo lo contrario, el cliente percibirá esto como un signo de unidad. Verá que las decisiones se toman con todas las garantías en lugar de tomarlas simplemente por quedar bien.
Una vez consultado con el equipo, habrá que valorar el impacto que supone realizar esa tarea que, a lo mejor, supone un desplazamiento de otras tareas o una reestructuración.
Si, tras valorarlo, se decide que se puede asumir esa tarea en ese momento no pasa nada. El cliente, si se le comunica adecuadamente, entenderá la situación y preferirá tener un producto de calidad a tiempo que un producto inestable y lleno de bugs que, además, no llegará a tiempo.